Después de saber para qué sirve un termómetro y en qué parte del cuerpo lo colocamos para medir la temperatura, comprobamos que no todos tenemos la misma temperatura.
Ahora toca el momento de dividirnos y experimentar con las distintas temperaturas. Nos dividimos en tres grupos en el que los niños y niñas estamos mezclados por edades.
Preparamos tres estaciones con una actividad distinta en cada una y por las que los alumnos van rotando hasta pasar por todas.
En la primera estación mostramos imágenes de cosas que están frías y cosas que están calientes. Tenemos que clasificarlas en un mural, en un lado las frías y en otro lado las calientes.
En la segunda estación pudimos tocar algunos objetos que estaban calientes y otros fríos para poder vivenciar la sensación de frío y calor. Además, nos surgió la duda de si podríamos hacer que una piedra de hielo desapareciera, así que pensamos en cómo podríamos hacerlo y descubrimos que si lo sumergíamos en agua caliente desaparecía en cuestión de 60 segundos!
En la tercera estación nos dividimos en dos grupos: uno era frío, y tenía que soplar; y el otro era calor y debía dar abrazos. Así que jugamos al "pilla pilla" haciendo cada uno su acción.
MÉTODO CIENTÍFICO
Por último nos volvemos a juntar todos y nos convertimos en pequeños científicos realizando un experimento.Tenemos tres vasos con agua:
- En el primero hay agua caliente. Medimos su temperatura y es de 39,8ºC.
- En el segundo hay agua muy caliente.
- En el tercero agua fría con cubitos de hielo.
Preguntamos a los niños qué creen que va a ocurrir cuando se ponga el termómetro en el vaso de agua caliente y se le eche agua que está todavía más caliente. ¿subirá la temperatura o bajará?
¿qué ocurrirá cuando se le echemos el agua fría? ¿será la misma temperatura?
Tenemos una hipótesis: La temperatura del agua bajará con agua fría o con hielo.
Comprobamos nuestra hipótesis realizando el experimento.
Echamos agua más caliente en nuestro vaso y esto es lo que ocurre: La temperatura sube todavía más. Llega hasta los 41,1ºC.
Ahora echamos agua fría y volvemos a poner el termómetro. El resultado es que el agua se enfría por completo. El termómetro no llega a medirla porque está muy fría.
¡Nuestra hipótesis ha sido correcta: podemos bajar la temperatura del agua caliente con agua fría!
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